Entrevista a Jorge Crowe para revista Convivimos
Foto y Texto: Lucia Baragli
“El don del juego”
De forma lúdica y creativa, Jorge Crowe enseña Electrónica como recurso expresivo. Dirige múltiples iniciativas, entre ellas, el Laboratorio de Juguete, un espacio de difusión y enseñanza de tecnologías abiertas con fines creativos. Arte y ciencia unidas con un mismo propósito: educar.
Godzilla emite un rugido seco y metálico. Al mismo tiempo, un robot con brazos de resorte y manos de cangrejo toca una batería hecha con tapitas de plástico. A su lado, de pie y sosteniendo su canastita, una tierna Caperucita Roja en versión blanca se vuelve tétrica cuando su mirada rígida y su cuerpo se iluminan por dentro. Un regimiento de juguetes destartalados y recauchutados cobra vida, transformándose en banda de rock. No están en una juguetería. No están en un estadio. Tampoco en un set de filmación, ni en un mercado de pulgas. Están en el Laboratorio de Juguete de Jorge Crowe.
Hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante, hacia atrás. La silla negra en la que está sentado emite un chirrido mientras se mueve lenta y suave, hacia adelante y hacia atrás, cada vez que él dice cosas como esta: “Trabajo con ideas que escapan al estándar de comunicación, del equilibrio cotidiano. Me interesa la promiscuidad de las formas. Es por ello que, en la docencia, utilizo monstruos, ya que, al generar miedo o risa, atrapan la atención. Son una manifestación de la desmesura”.
Jorge nació hace 39 años rodeado de montañas y verde. Hermano mayor de cuatro varones, poco afecto a los deportes y muy enciclopédico, tuvo un mundo de juego bastante solitario. “Me gustaba volcar todos los juguetes sobre la cama, desarmar los que eran electrónicos para recuperar motores, construir con los Rasti y armar historias. Un niño nerd en la ciudad está salvado, pero yo crecí en Tunuyán, a 89 kilómetros de la capital mendocina. Las enciclopedias visuals y el VHS fueron mi salvación”.
Estudió Artes Plásticas (UN Cuyo, Mendoza) y, años más tarde, realizó un posgrado en Electrónica aplicada a las Artes (IUNA). Coca, su mamá, y Jorge, su papá, tuvieron gran incidencia en su vocación docente: “Ambos fomentaron la lectura en casa, compraban muchos libros. Mi vieja se jubiló de directora en la misma escuela en la que cursó la primaria, crecí en un entorno docente”.
“Mi enfoque pedagógico
en la electrónica es
mostrarla como un recurso
expresivo”.
En su casa tenían una video casetera y había que limpiarle los cabezales, ese fue su primer contacto físico con la tecnología. “Mis viejos son del campo y tuvieron luz cuando se mudaron a la ciudad, a sus 18 años. Había una brecha generacional con la tecnología muy grande, entonces yo era el técnico en casa, el que arreglaba, enchufaba y después explicaba a los demás cómo hacerlo. Todo lo que hoy hago viene de esa época, para mí, enseñar es algo natural”. Su primera experiencia como docente fue a los 23 años y nunca se detuvo.
Desde 2008, dirige el Laboratorio de Juguete, un espacio de difusión y enseñanza de tecnologías abiertas con fines creativos. Al mismo tiempo, es docente en la Maestría en Artes Electrónicas (UNTREF) y en el Programa de Posgrado en Teatro de Objetos, Interactividad y Nuevos Medios (IUNA).
Desde “El Labo”, como suele llamarlo, busca desarrollar una estrategia pedagógica para algo que, a priori, parece complicado: “El problema de la electrónica es que los electrones no se ven y los circuitos caseros tienen una tendencia a no funcionar y eso genera mucha frustración en los alumnos. La electrónica es aprender a tolerar la frustración provocada por la electrónica. Es un camino de sucesivos fracasos, y el que es perseverante aprende. Por otra parte, tiene esa cualidad mágica; que algo se prenda, que emita un sonido, que se mueva es fascinante. Le encuentro muchas conexiones con otras disciplinas como el grabado y el bordado, que requieren cierta minucia, oficio y disciplina de los pasos. Mi enfoque pedagógico en la electrónica es mostrarla como un recurso expresivo”, comenta entusiasmado.
Escapando a la belleza estereotipada, unificando el concepto de raro y hermoso, busca construir otras figuras de representación de la realidad mezclando hombre-máquina, animal-vegetal, humano-vegetal, e incorporar ideas de género distintas a la de hombre-mujer, evitando clasificar. “Entiendo la belleza como un brillo que emerge de las cosas y que no responde a cánones estrictos. Lo que me genera esa atracción en general tiene que ver con ese borde; algo que es tierno, pero genera miedo o extrañamiento, cierta relación con el mundo de lo onírico, esas sensaciones mezcladas”.
Este recurso, que hoy aplica en la docencia, viene sostenido desde su infancia: “Cuando era chico, perdí el brazo de un muñeco. Después de un largo tiempo, apareció y el perro lo había destrozado. Junté fierritos y le fabriqué un brazo robótico, ahí comenzó la transformación de los juguetes”. Ese episodio de su infancia fue fundacional, allí nació la idea de modificar, customizar, de agregarle el carácter único al juguete industrial.
Aunque en la actualidad está distanciado de la docencia enfocada en niños, todos esos recursos se volcaron en “Flexible”, un proyecto colectivo que, desde 2009, enseña arte, ciencia y tecnología para chicos. “Entendemos la tecnología como elementos y herramientas que la humanidad incorporó a su cultura para transformar su entorno, al igual que lo fue la cerámica en su momento. La aparición del óleo cambió la manera de pintar y de conservar los cuadros. Cada aporte tecnológico al arte está condicionado por los recursos técnicos que lo formaron”.
Curioso y creativo incansable, Jorge le da vuelo a otra faceta del arte: “Ahora estoy abocado a la música. En la adolescencia tocaba los teclados, siempre tuve esa cercanía a los instrumentos nerds”. Desde 2010 y junto a su mujer -la fotógrafa Loli Mosquera- llevan adelante, una performance audiovisual basada en el uso mixturado de juguetes, dispositivos electrónicos modificados y de fabricación casera. “Me interesan los formatos en vivo que incluyan contenido de imagen y sonido relacionados. Hoy en día, sorprenderse está complicado, por eso la propuesta de Ludotecnia es generar una experiencia que se construye en tiempo real. Aunque implica muchos riesgos de que las cosas salgan mal, me resulta más excitante.
Cuando hacés una mala presentación, te duele el cuerpo, quedás de cama. Pero, cuando sale bien, es súper gozoso, es mágico”.