Reportaje Fotográfico al colectivo de artistas “Proyecto Persiana” para Revista Convivimos
Fotos y Texto: Lucia Baragli
“Un museo a cielo abierto”
Darle color a la ciudad, generar un espacio de expresión y revalorizar el arte urbano fueron las ideas centrales. Así, Santiago Cavanagh, Lucía Arrocha, Milagros Avellaneda y Juan Ridolfi dieron luz a Proyecto Persiana.
Kiki observa en silencio. Sus ojos, dos líneas rectas afiladas, miden, calculan, buscan un trazo exacto. Sabe que, una vez que la pintura en aerosol toque la superficie rugosa y zigzagueante de la persiana, no habrá vuelta atrás. Mas allá, un sapo de dimensiones abrumadoras comienza a aparecer mientras, en la otra cuadra, Andrés le da vida a Michael Jackson.
Es abril en Buenos Aires y, luego de una ardua gestión de permisos, firmas, llamados y convocatorias por redes sociales, este cuarteto de jóvenes emprendedores que apenas suma cien años, lo hizo otra vez: transformó la ciudad en un museo a cielo abierto.
“Nada de fútbol, nada de política, nada de religión”, comenta Lucía. En esta VII edición, la temática elegida es danza, ritmo y movimiento, “la idea es que las obras sean para todos, ya que la calle es de todos”, concluye. Con esta premisa, ya pintaron trescientas veinte y, esta vez, más de sesenta artistas intervinieron cincuenta persianas de las calles Montevideo y Paraná en el barrio de San Nicolás.
Participaron grafiteros locales, de Chile, Colombia y Tandil, hasta familias enteras como la de Andrés que, junto a Maia, su mujer, y su hijo Vicente, de apenas dos meses, vinieron exclusivamente desde la provincia de Santa Fe para aportar su arte. Catalina, con ocho años, fue la artista más joven. Los aventureros del del street art seleccionados participaron del proyecto de manera independiente y ad honorem, en una jornada de domingo que inició con la primera luz y terminó con la última.
Aunque aquella primera pintada en septiembre de 2014 fue difícil, hoy Proyecto Persiana tiene vida propia. El próximo paso es hacerlo en alguna otra ciudad del país. Sus impulsores recuerdan con sonrisas aquellos tropezones iniciales mientras los comerciantes y vecinos se acercan para charlar, felicitarlos, cebarles un mate o pedirles que intervengan su negocio. “Esa unidad entre vecinos y artistas me fascina -comenta Lucía-. Queremos dejar el mundo un poquito mejor”.