Vida Acuática
Gili Trawangan es una de las más de 17.000 islas que conforman Indonesia. Allí, entre el ruido del turismo, agua cristalina y arrecifes de corales, los habitantes locales siguen apostando a la pesca artesanal.
Un hombre enredado en su red la revuelve y riñen. Una mano la acaricia, ella cede, resbala como la seda mientras se expande y se contrae como una medusa escapando de la corriente. Tan azul que podría ser cielo, Madic convence a su red y juntos caminan hasta que el horizonte se hace líquido, tan transparente, que al sumergirse pareciera estar sostenido por un blando cristal.
Como un pájaro en alto vuelo, la red despliega sus alas para zambullirse en el agua y recolectar el fruto de este mar, a veces generoso, otras tan avaro y codicioso.
Las horas dentro del agua se desvanecen, ya no son tiempo. Serán, en cambio, lo que la mar desee ofrecer; un puñado, quizás dos, de su vientre divino que en el año 2004 agonizó ante la presencia del tsunami que arrastró con su furia los arrecifes de la zona.
Para los que estamos en tierra han pasado más de dos horas. Del cielo azul se despega un punto, se agita y bambolea, mientras de a poco toma forma. Madic camina hacia la orilla. Mientras abre la red y la sacude con la certeza del que sabe, cientos de destellos plateados vuelan por el aire hasta estrellarse en su destino final.
Madic tiene 40 años y, durante toda su vida, se ha sumergido en el horizonte para recolectar los peces que luego utilizará para pescar atún o barracuda y, más tarde, venderá en el mercado local donde serán devorados por hordas de turistas.
Su rutina lo mantiene más de cuatro horas por día con el agua hasta el cuello y, la paga por tal tarea se mide en puñados. El calculo podría ser algo así; por un puñado (250gr), Madic recibe 10.000 rupias indonesias, que sería el equivalente a 0,70 centavos de dólar o una botella de agua. Si el mar ha sido muy generoso puede entregar hasta 3 o 4kg diarios, un promedio de 9 dólares o el almuerzo en un restaurante turístico.
Madic nunca ha cruzado este horizonte, nunca ha salido de su isla. Él es un punto azul en el cielo, una ola más de ese mar.
English Version
Life Aquatic
Gili Trawangan is one of the more than 17,000 islands that make up Indonesia. There, among the noise of tourism, crystal clear water, and coral reefs, the local inhabitants are still betting on artisanal fishing.
A man entangled in his network rummages and quarrel. A hand caresses it, it gives way, it slides like silk as it expands and contracts like a jellyfish escaping from the current. So blue that it could be sky, Madic convinces his network and together they walk until the horizon becomes liquid, so transparent, that when submerged it seems to be supported by soft glass.
Like a bird in high flight, the net unfolds its wings to plunge into the water and collect the fruit of this sea, sometimes generous, others so greedy and greedy.
The hours in the water vanish, they are no longer time. They will be, instead, what the sea wants to offer; a handful, perhaps two, of its divine belly that in 2004 agonized before the presence of the tsunami that dragged the reefs of the area with its fury.
For those of us on land, more than two hours have passed. From the blue sky, a point is detached, it shakes and wobbles, while little by little it takes shape. Madic walks towards the shore. As he opens the net and shakes it with the certainty of the one who knows, hundreds of silver flashes fly through the air until they crash into their final destination.
Madic is 40 years old and, throughout his life, has submerged himself on the horizon to collect the fish that he will later use to fish for tuna or barracuda and, later, he will sell at the local market where they will be devoured by hordes of tourists.
His routine keeps him more than four hours a day with water up to his neck and, the payment for such a task is measured in handfuls. The calculation could be something like that; for a handful (250gr), Madic receives 10,000 Indonesian rupees, which would be the equivalent of 0.70 cents or a bottle of water. If the sea has been very generous, it can deliver up to 3 or 4kg a day, an average of 9 dollars, or lunch in a tourist restaurant.
Madic has never crossed this horizon, he has never left his island. He is a blue dot in the sky, one more wave of that sea.